Armonía funcional. Artículo
2007
Artículo publicado a la revista electrónica PRODIEMUS el año 2007
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Resumen
A menudo, en los entornos musicales, la palabra armonía acostumbra a tener una connotación negativa, de dificultad, de disciplina incómoda y difícil. Cuando menos, y apoyándonos en la afirmación que hacía el pedagogo Edgar Willems, donde atribuía a la armonía el aspecto más intelectual de los tres elementos básicos de la música, el estudio de la armonía siempre se ha enfocado hacia la vertiente más técnica y matemática.
Los tratados de armonía han conseguido extraer de las grandes obras musicales las combinaciones de acordes más empleadas, más lógicas y hacer una serie de fórmulas altamente matemáticas que ayudan al inexperto estudiante a conseguir un encadenamiento de acordes con un resultado sensorial seguro y cómodo al oído sin necesidad de haber escuchado en ningún momento su proceso compositivo. Además, se hace difícil creer en un sistema alternativo que nos asegure un aprendizaje técnico tan esmerado y preciso como éste y en un tiempo tan corto como el que acostumbran a disponer los estudios de armonía de los centros.
Quizás el gran dilema sería, pues, averiguar cuál es la armonía que estudiaron autores como Bob Dylan, Eric Clapton o miles de compositores de música que han conseguido combinaciones armónicas maravillosas como las del “Hotel California” de los *Eagles , o el “Memory” que cantaba Barbara Streissand? ¿Tanta armonía sabían? ¿Habían estudiado en el Conservatorio? ¿O quien se los enseñó?
La respuesta quizás está en el viento como decía Dylan, el viento que transporta las ondas musicales y hace que lleguen a nuestra mente en forma de sensación. El secreto está en la palabra “sensación”.